martes, 5 de junio de 2012

Condicional periodístico

   Leo en un periódico deportivo el siguiente titular: "Colocan a Mario Gómez como el máximo goleador de la Eurocopa". Noticia del lunes 4 de junio. La Eurocopa comienza el 8 de junio. Ya estamos pensando en quién será el máximo goleador del torneo allá por el 1 de julio, cuando se dispute la final.  
   En la edad de oro del periodismo, los medios de comunicación contaban qué había ocurrido. Sin más. Como mucho intentaban explicar el significado social, político o económico de los hechos que se detallaban en las noticias. En ese periodismo clásico y ortodoxo, ni siquiera a la facción más gamberra del oficio le desvelaba el porvenir. El futuro era solo cuestión de adivinos, opositores a notaría o editorialistas con aspiraciones políticas. El rumor -se explicaba en Facultades y redacciones- no era noticia.
   Sin embargo, un día los hechos comenzaron a resultar insípidos. Florecieron los confidenciales. Los diarios serios se atestaron de fuentes anónimas que aventuraban hipótesis. Miles de hipótesis. Y de todo tipo: sobre el futuro (como es lógico), pero también sobre el presente y el pasado (lo cual invitaba ya a reclamar una discreta intervención del patólogo de guardia).



   En ese nuevo tiempo, que alcanza hasta hoy mismo, triunfa el llamado "condicional de rumor". Es este un invento tan extraño para la lengua española como familiar para el periodismo. Por algo lo denominan también "condicional periodístico". Mucho cuarto poder, mucha responsabilidad social, mucho perro guardián y demás cantinelas... Pero al final lo cierto es que esta profesión ha servido para nombrar un solecismo.

   "Carmen Sevilla podría tener alzheimer", tituló La Razón el 30 de abril de 2012. A ese mismo título recurrieron la agencia Europa Press y el diario ABC, entre otros medios. "Podría tener": la idea de 'posibilidad' nace del verbo "poder" y se refuerza con el uso del condicional. Extraño y sorprendente condicional. Porque ¿cuál es aquí la condición? ¿De qué premisa hablamos? "Te llevaría a París". En este condicional sí avistamos alguna condición o premisa, aunque no esté en la frase de manera expresa: "Te llevaría a París si tuviera dinero", por ejemplo. "Si nuestro amor no se hubiera roto", "si no estuvieras enferma"... He ahí un condicional con condiciones. Lo maravilloso del condicional periodístico es que no plantee condiciones, sino una simple posibilidad, un rumor, una contingencia (algo que "puede suceder o no suceder").
   Esa es la magia de este curioso condicional sin condiciones. "Carmen Sevilla podría tener alzheimer": el enunciado es solo un runrún, una hipótesis de trabajo, una conjetura extremadamente volátil (más incluso que "Carmen Sevilla puede tener alzheimer"). Este "podría" aumenta la incertidumbre, pero misteriosamente suena mejor en los textos periodísticos que un sencillo "puede". Suena mejor porque parece el resultado lógico de algunos años más de oficio. 
   


   Unos días después, en lavanguardia.com, "Gisele Bündchen podría estar embarazada de nuevo". El condicional de rumor impregna todo el texto, como se atisba ya en la primera frase: "la modelo habría hablado con sus allegados (...)". Dicen los que saben que el condicional expresa una acción futura, pero siempre en relación con el pasado. Y añaden que este tipo de condicional que aquí se comenta es incorrecto porque no se proyecta hacia el pasado ni hay condiciones o premisas que deban cumplirse. Discrepo. Humildemente, pero discrepo. Creo que el condicional periodístico establece, sotto voce, una terrible condición: "Gisele Bündchen podría estar embarazada"... si fuera verdad que está embarazada; "Carmen Sevilla podría tener alzheimer"... si fuera verdad que tiene alzheimer. Esa es la terrorífica condición o premisa que esconden todas estas cláusulas: si fuera verdad.
   Escribo "terrorífico" y "terrible" sin ánimo de exagerar. La sintaxis revela que el periodista no se siente concernido por el hecho de que sea o no verdad aquello que cuenta en su titular. El periodista escribe "podría": tal vez sí, tal vez no. He ahí otro dilema (uno más) para el periodismo moderno: si se niega a participar en este juego de conjeturas, parece que se aleja del espíritu de los tiempos; si acepta las nuevas reglas y se aficiona a este divertido ejercicio de plantear quinielas y vaticinios, entonces cabe preguntarse para qué sirve el periodismo. 

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